Gabinetto dei Disegni e delle Stampe delle Gallerie degli Uffizi
Sebastián de Herrera Barnuevo trabajó frecuentemente en colaboración con plateros y broncistas suministrando dibujos y modelos en cera para proyectos de artes decorativas, evidenciando así una gran versatilidad acorde con su condición de artista integral: escultor, pintor y arquitecto. Probablemente sus intervenciones más importantes en este sentido fueron, por un lado, las trazas para el trono de la Virgen del Sagrario de la catedral de Toledo, que se le pagaron en 1655 y que labraría después en plata el broncista de origen florentino Virgilio Fanelli (?-1678); y, por otro, el diseño del relicario para el corazón de santa Teresa destinado al convento de Carmelitas de Alba de Tormes (Salamanca) y del que se conservan varios testimonios gráficos (Wethey 1956). Con esta faceta de su creatividad se relaciona también este extraordinario dibujo, que fue identificado por primera vez como obra del artista por Elizabeth du Gué Trapier en 1941. Su finalidad, sin embargo, no fue conocida hasta 1981, cuando Barrio Moya lo vinculó con un encargo real: la urna para el Santísimo Sacramento encargada por la reina Mariana de Austria para el culto del jueves Santo en la Real Capilla del Alcázar madrileño. El proyecto, iniciado a finales de 1666, fue asignado a Herrera Barnuevo, quien suministró la traza y los modelos al platero del rey, Juan Bautista Rizi (que murió en 1671), pero sufrió un largo proceso de gestación debido en parte a los problemas de salud del primero y a los cambios operados en el diseño inicial. En efecto, aunque la descripción reflejada en diversos documentos y en un inventario de 1700 coinciden en parte con el dibujo en estudio - por ejemplo, en el coronamiento de la cúpula con ocho cabezas de angelillos y en la articulación del frente de la caja mediante dieciséis pilastras y una tarjeta sobre la puerta -, algunas discordancias parecen evidenciar que se hicieron varios cambios importantes provocando un retraso mayor, lo que impidió su exposición al culto hasta la Semana Santa de 1670. Una de las modificaciones aplicadas consistió precisamente en dorar algunas partes de la urna, siendo probable que Herrera Barnuevo, haciendo uso de la tinta dorada, pretendiese aquí explorar tal efecto de resalte y riqueza sobre la plata. No fue, sin embargo, la única ocasión en que el artista se valió de tan efectista como suntuosa técnica, pues en el inventario de bienes del pintor madrileño Jerónimo Ezquerra (h. 1660-1733) se alude a una traza del primero en colores con toques de oro para un retablo con mesa y altar . Herrera demuestra en esta obra un asombroso dominio técnico; las líneas de la pluma se deslizan con trazo seguido y curvilíneo modelando las formas con rigor, mientras los efectos de la aguada ayudan a resaltar su volumen y corporeidad. El artista impone ante todo su fascinante imaginación y libertad creativas, con un inusitado despliegue decorativo en torno al eje central de la urna, de donde emerge una profusa serie de cabezas de querubines fundidas entre vibrantes tarjas carnosas características de su estilo. Un repertorio similar de tarjas y festones se advierte en las decoraciones de bronce del retablo de la capilla de la congregación del Santísimo Cristo de San Ginés, cuyas trazas le fueron encargadas en fechas cercanas (1667) . La gran originalidad y fuerte personalidad de este dibujo permiten considerarlo una de las obras más logradas y significativas del dibujo barroco español. (Roberto Alonso Moral in Madrid 2016)