Gabinetto dei Disegni e delle Stampe delle Gallerie degli Uffizi
Este esbozo corresponde, con toda probabilidad, a uno de los programas decorativos emprendidos por Coello junto a José Jiménez Donoso (h. 1632-1690). En función del escudo de Madrid bosquejado en la parte inferior y reconocible por el oso y el madroño, ya Pérez Sánchez intuyó que estaría vinculado a la intervención de ambos artistas en la Casa de la Panadería, en la Plaza Mayor de la capital. Pintaron al temple el llamado Salón Real, desde cuyo balcón el monarca asistía a las celebraciones públicas que tenían lugar en la plaza. A raíz del incendio de 1672, Tomás Román reconstruyó el edificio, y después, hacia 1673-1674, se encargó a Coello y Donoso la decoración pictórica de su fachada y del citado espacio regio. De las pinturas de las tres piezas que conformaban este “cuarto” solo sobrevive la bóveda del Salón Real, por lo que este dibujo cobra especial valor como testimonio de una obra ya desaparecida. El programa iconográfico estaba centrado en la exaltación de los símbolos heráldicos de la Monarquía y la Villa, individualizados respectivamente en el Salón y el Antesalón. Gracias a la descripción de Antonio Palomino se puede inferir que este diseño corresponde al tercer espacio, la bóveda de la caja de la escalera. Esta fue pintada al temple “con otra diferencia de adornos, y arquitectura, y en medio el escudo de armas de Castilla y León” . En esta apretada composición, el gran escudo con la corona real rodeado de una láurea tiene pergeñados con leves toques de lápiz la división de sus cuarteles, y en los dos superiores, los castillos y leones representativos de dichos reinos. Temáticamente este techo condensaba con una menor retórica los temas a desarrollar en las dos estancias principales, graduando en importancia por su diferente tamaño los stemme regio y municipal. Al tratarse de un espacio estrecho y alargado, a juzgar por las dimensiones y la estructura del espacio original que aún persiste, esta hoja muestra el esquema de un cuarto de la superficie de la bóveda, de forma que el escudo real centraría su sección plana, disponiendo arriba y abajo sendos escudos menores. A cada lado, en torno a los lunetos, se despliega el habitual repertorio, heredero de la tradición boloñesa, de bichas aladas, niños tenantes, veneras, guirnaldas y tarjas de sinuoso perfil. Aunque el sutil sombreado de las figuras insinúa la visión desde abajo y su tridimensionalidad, no se trata de una quadratura como la del Salón Real. Si aquella se articulaba en torno a un rompiente, esta ofrecía una densidad decorativa sin tal efecto ilusionista. Pese a su condición de estudio, en este diseño se plantean con eficacia sintética todos los elementos, con la técnica y la grafía propias de Coello. Tras un suave garabateo de lápiz, la pluma repasa y sombrea, dando entidad corpórea a cada motivo. Al recibir este encargo, el tándem Coello-Donoso era bien conocido en la corte merced a sus conjuntos murales de tema religioso. El éxito de esta grandilocuente incursión en asuntos profanos les abrió el paso a las decoraciones en el Alcázar de Madrid, que abordaron a finales de la década de 1670. (Ángel Aterido in Madrid 2016)